miércoles, 28 de agosto de 2013

Reseña del libro: La escuela rota

La escuela rota es un libro que lleva al lector a hacer un recorrido por la realidad del sistema educativo en México, que al terminar de leerlo, puede dejar un sabor de boca que se acerca a la incertidumbre, pero, al mismo tiempo, comparte un sentimiento de esperanza que abre el camino para cambiar el rumbo, y brindar a niños, niñas y jóvenes mexicanos la posibilidad de aprender mejor y ser mejores ciudadanos.

El recorrido trazado por el autor parte de ubicar, a quien lee, la realidad en la cual la educación mexicana está inmersa. Para lograr esto, el autor construye, valiosamente un análisis cuantitativo a partir de indicadores de cobertura, matrícula, calidad medida por el nivel de desempeño en PISA y ENLACE, la inversión de gasto por estudiante así como la inversión en investigación y desarrollo.

El libro tiene muchas intenciones. Una es llevar al lector a un punto que va más allá de lo que aparenta ser el sistema educativo. Todo lo que cubren las estructuras, discursos, arreglos políticos, fotografías y parafernalia y media. Se trata entonces de descubrir desde la mirada del lector,  la realidad escondida bajo ese manto superficial y débil en el cual se entretejen las relaciones humanas y de poder que conforman el sistema educativo.

En el libro se reconocen los avances de la educación en México. Sin embargo, la crítica del autor es clara: Las políticas educativas en México han fracasado. A lo largo de las páginas del libro, Andere se dedica a argumentar porqué estas políticas han sido fallidas, los elementos que intervienen, las consecuencias que tiene y lo que se puede hacer. De ahí que La escuela rota sea ante todo una propuesta para reconstruir la escuela y las relaciones que ahí se dan.   

Lo que se visualiza con Andere es un camino que va, regresa y se retroalimenta. Si bien su crítica hacia la política de calidad es clara, para fundamentar su postura Andere parte de los resultados de desempeño en las pruebas estandarizadas ya conocidas, donde el papel que ha jugado México ha sido poco exitoso. Los datos que ofrece el autor son preocupantes. Pareciera ser que la situación de la educación en México está en los escombros y aún no ha tocado fondo.

Para entender la realidad educativa actual, el autor hace una revisión analítica del pensamiento educativo en México del siglo XIX al Siglo XX. Esta revisión es un punto medular del libro porque ofrece un antecedente claro sobre cómo se ha dirigido la política educativa en el país en los últimos dos siglos; de ahí se puede comprender la centralización actual del sistema y los defectos del mismo.

Sin embargo, el resultado más valioso del análisis del pensamiento educativo, en términos de lo que ocurre hoy y de lo que experimentan al día los estudiantes, maestros y autoridades educativas es la ideología que ha marcado lo que va del S. XXI, basada en un discurso que  se ha dedicado a socializar que  a mayor escolaridad, mejores serán las condiciones de vida. Lo que el autor observa como consecuencia de este discurso es la imposición de indicadores que conforman lo que denomina el vocabulario del S. XXI de la educación mundial, a saber: medición, comparación, evaluación, gerencialismo, rendición de cuentas, competencia y aprendizaje.

Para Andere, los sistemas educativos están inmersos en un mundo complejo, globalizante y pos industrial. México no es la excepción. El sistema educativo se conforma entonces con una mezcla entre lo local y lo global. En lo global se puede encontrar una transferencia de valores, ideas y prácticas educativas entre países donde los sistemas y las escuelas tienden a bautizar con los mismos nombres a sus políticas y procesos, aunque en el fondo los mismos difieran en sus significados, contenidos y alcances (p. 55) dado la influencia de lo local. Al respecto, una interpretación de Andere sería señalar que nuestra generación, y las que vienen, son producto de la era global.   

A pesar que el autor arranca su análisis a partir de los resultados de desempeño, su concepto de calidad nada tiene que ver con esto. Andere se acerca a una definición más humana y valorativa del proceso de aprendizaje. Se podrá hablar de calidad cuando el estudiante valore ir a la escuela, tenga amor al conocimiento, se sienta motivado por leer, cuestionar y aprender. Al respecto el autor señala: “… Si el aumento a la cobertura es producto de una decisión personal o familiar, individual o colectiva, que muestra una actitud de mejora, entonces los aprendólogos y educadores dirían que el aprendizaje ha ocurrido y, por lo tanto, la calidad ha aumentado” (P. 66)

Por otro lado, para Andere, el fracaso de las políticas educativas es resultado de una serie de factores que se cruzan entre sí. La realidad es que la educación mexicana está secuestrada por un entramado de relaciones políticas que han dañado a generaciones de niños y jóvenes en el país. Por encima del aprendizaje, es mejor fortalecer la gobernabilidad entre el Estado y el SNTE. Por encima de que los niños aprendan mejor, es preferible dirigir los recursos económicos a campañas políticas.

En esta misma lógica, la visión limitada de los políticos y los tomadores de  decisiones ha tenido como efecto un camino de simulación reflejado en el fracaso de la política educativa. En este sentido, acertado es el comentario del autor cuando expresa, parafraseando a Fernando Solana: Los presidentes de México “tenían dos preocupaciones centrales respecto de la educación: que se gastara lo menos posible y que no hubiera conflicto político”(P. 129)

Un aspecto valioso del libro es cómo el autor trata, en todo momento, de ejemplificar sus argumentos, lo que permite ofrecer una mayor claridad sobre el objetivo del mismo. Para explicar el fracaso de la política educativa en los últimos años, el autor retoma el análisis de algunas políticas como la creación del Instituto Nacional de Evaluación de la Educación, la puesta en marcha de Enciclomedia, la prueba ENLACE, las reformas curriculares y la evaluación universal, entre otras.

A decir verdad, y tal y como el autor lo reconoce, el análisis de cada uno de los programas puede resultar aburrido, sin embargo es pertinente y valioso para quien lee darse cuenta la manera en cómo se han construido estas políticas. Sin ahondar en cada una de ellos, lo que se puede señalar es que, en muchos casos, la implementación es resultado de un proceso improvisado e incluso, irresponsable.

Lo peor es que no es la falta de conocimiento lo que ha llevado al fracaso de las políticas, sino los pactos políticos que las rodean y la existencia de políticos que simple y sencillamente, no tienen interés por mejorar la educación del país. En esta visión reduccionista la evaluación se ha convertido en el fin último, operacionalizada con ENLACE. 

La educación de calidad y la que no lo es la separan unos puntos. Eso es lo que distingue la diferencia entre lo bueno y lo malo. Amén de pensar en los valores que se pueden dar en cada uno de los procesos de aprendizaje, en la creación de ciudadanía, en la imaginación,  la creatividad, la innovación, la libertad o el amor a lo desconocido.

Siguiendo la lógica de explicación del fracaso de las políticas educativas, el autor reflexiona sobre la reciente reforma educativa de Enrique Peña Nieto. Aunque Andere reconoce algunos puntos favorables de la reforma que no se habían presentado en los últimos gobiernos, en realidad el análisis de los puntos negativos de la reforma, la sitúan como un documento que se reduce a cambios en la legislación, pero que difícilmente se llevarán a la acción.

El asunto con la reforma de Peña Nieto, desde la visión de Andere, es que la esencia sigue siendo la misma, se insiste en poner el énfasis en la evaluación y no en el aprendizaje. La reforma deja la responsabilidad de los saberes a los docentes cuando está claro que el magisterio es sólo un actor en todo el proceso educativo.

Andere es muy crítico al respecto, el hecho de hacer de la calidad un mandato constitucional, no significa que esta se dé. Se necesita más que un proceso de cabildeo entre partidos políticos y legisladores para tener una mejor educación. Lo que se expresa mejor en las siguientes líneas:

“La verdadera solución se encuentra en arreglar la descomposición social (pobreza) y económica (desigualdad y monopolización); en combatir la corrupción ( y el cohecho) y transformar la cultura de antiaprendizaje …”     
Además, el autor da en un punto clave: La educación no es la panacea de nuestros males (pp. 127), esto es que se necesita mucho más para ser un mejor país. Cargar el fracaso educativo a los maestros es alejar de toda responsabilidad a los gobiernos, que son los que han tomado las decisiones, además de dejar todos los esfuerzos de transformación económica, política y social al magisterio. Nada más que erróneo. 

Tal y como el autor plantea, la tesis de La escuela rota es: El problema con las reformas fallidas es que su enfoque es educativo, es decir, institucional. Cuando los reformadores lanzan sus arengas o grandes transformaciones educativas sobre temas que poco impactan el aprendizaje, perpetúan el statu quo y navegan en el margen. (P. 160)

La premisa que apoya esta tesis es cómo la confusión entre educación y aprendizaje ha hecho que las políticas educativas fracasen. A mi juicio, esta es la parte más valiosa del libro. Para el autor, la educación tiene que ver con las estructuras formales, es decir las instituciones, el aparato burocrático, mientras que el aprendizaje lo hacen las personas en sus formas naturales y ambientales de interacción.

Esta invitación que hace el autor a iniciar un proceso de reflexión conlleva a repensar en la construcción de una nueva escuela. Se trata de mejorar las condiciones en las cuales niños y jóvenes aprenden. El objetivo sería entonces trabajar en la construcción de una institución escolar que recree e imagine nuevas y mejores formas de relaciones humanas. El sentido de competencia que se ha dado en las últimas décadas ha hecho que se pierda poco a poco el valor humano de la educación, por ello el aprendizaje no se puede construir en un ambiente de competencia, de supervisión, de acoso, de evaluación; la educación sí.

De ahí que la propuesta que conjunta a este libro es la creación de una cultura de aprendizaje la cual se hace con la participación de todos los actores que se encuentran inmersos en el proceso educativo: docentes, alumnos, autoridades y la comunidad.  La cultura de aprendizaje implica un cambio de hábitos, actitudes, valores y principios; se requiere inventar México y a los mexicanos (p. 129). En esta cultura del aprendizaje el alumno debe cuestionar conscientemente: ¿para qué me sirve lo que aprendo? ¿Con este nuevo aprendizaje, cómo puedo ser mejor?

El autor demuestra, a partir de un análisis del contenido de la Constitución y la Ley General de Educación, cómo desde la normatividad, esta visión del aprendizaje está totalmente relegada. Al respecto, me gustaría mencionar que a lo largo del texto es fácil darse cuenta del manejo y conocimiento que el autor tiene de las disposiciones legales que dirigen la política educativa.

Más que una cultura del aprendizaje, lo que existe hoy es una cultura de sumisión. Tomando en cuenta el análisis que realiza el autor, las palabras que aparecen con mayor medida en las normas están relacionadas con nociones de autoridad. Sólo para ejemplificar, la palabra autoridades se registró  74 veces; la palabra libertad, sólo 2; la palabra imaginación, ninguna.

La generación de una cultura de aprendizaje pasa por transformar y romper paradigmas. Uno de los mayores es tener la voluntad política para hacerlo. Esto pasa por la presencia de políticas más responsables y conscientes de la problemática educativa del país, mientras se sigan priorizando las relaciones de poder y el status quo del sistema político sobre el aprendizaje de niños y jóvenes, por más que haya mil reformas, no se reflejarán resultados positivos.

Las malas decisiones de política han hecho que en México, la escuela esté rota. Es una institución que segrega, separa, rezaga y estanca. Hoy la escuela se mantiene como una institución que crea muchos Méxicos, una parte que vive en profunda marginación, la otra que se desenvuelve en la opulencia.

Me permito cerrar esta reseña con la siguiente argumentación: El problema educativo en México se superará cuando los hijos de los trabajadores, policías, empleados domésticos, choferes, y pepenadores, vayan a las mismas escuelas que los hijos de los empresarios y políticos; es decir, no importa a qué escuela acudan los niños, todos deberían recibir el mismo nivel de educación de calidad; integrados y no segregados.    

Fuentes de información:

Andere, E. (2013) La escuela rota. Sistema y política en contra del aprendizaje en México. Ed. S. XXI. Pp. 168. México, D.F. 

lunes, 6 de mayo de 2013

A 24 años...


Hoy el PRD cumple 24 años de errores, de aciertos, de aprendizajes y grandes retos.  La opinión que manifiesto es en mi carácter de militante, convencida que la izquierda, y en particular el PRD es la vía para la transformación social y política en nuestro país.
En los últimos meses he leído y escuchado algunos planteamientos que señalan al PRD como un partido “vendido”, a modo”, “traicionero”;  “un PRD convertido en promotor de Peña Nieto”, en palabras de Denise Dresser, un PRD “sin esencia”  según John M. Ackerman o  un PRD “en su peor momento” como lo expresa Alejandro Encinas. Y muchos pensarán que lo que reflejan estas críticas es resultado de la reciente firma del Pacto por México, en la cual el PRD es partícipe. Nada más errado y falso.
El PRD enfrenta desde hace años una situación compleja. La propia creación de nuestro partido y las condiciones en las que se conforma  así lo hacen. No coincido con Alejandro Encinas en que el PRD esté en su peor momento, mucho menos con el planteamiento de Denise Dresser.  Creo que la crisis -un término de moda para expresar la condición de la  izquierda mexicana.- es resultado de diversos elementos que no son aislados entre sí. A saber:
Falta de responsabilidad y compromiso de los militantes: Se ha hecho común criticar continuamente a la clase dirigente del PRD, lo cual, unto es justo, sano y válido pero cuando esas críticas pasan sin un proceso de reflexión personal sobre lo que cada uno de nosotros, como militantes,  aportamos a nuestra institución, tales críticas son insostenibles.
Profundo vacío ideológico.- En el tiempo que tengo como militante es notorio el vacío ideológico que existe en la institución. Se refleja en los congresos y consejos nacionales, los consejos estatales, en la designación de candidaturas, en las discusiones internas en el partido. Me atrevo a decir, y es un punto replicable, que en el PRD no hay debate, no hay una discusión seria y argumentada. Pareciera ser que las críticas son resultado de mitos, del “alguien dijo que”. Son pocos aquellos dirigentes y militantes que se han dado a la tarea de nutrir la acción política con el planteamiento ideológico y teórico.
Falta de institucionalidad. Un punto grave es la falta de institucionalidad. Los militantes y acepto mi responsabilidad, hacemos nuestra la frase “acuerdo mata estatuto”. Y estoy convencida que los acuerdos políticos son sanos, ayudan a la construcción pero deben estar planteados al margen de nuestros documentos básicos. Andrés Manuel pasó por lo menos 2 años haciendo campaña para otros partidos políticos y no se hizo absolutamente nada.
 Esa misma falta de institucionalidad nos ha hecho permitir y ser laxos en situaciones que considero críticas como que Amalia García, ex gobernadora de Zacatecas, con claros indicios de corrupción y  con una fuerte derrota en la entidad sea ahora Diputada Federal, vía plurinominal, o bien, que no se hayan hecho señalamientos, incluso de los propios perredistas, hacia la manera en cómo gobernó Juan Sabines el estado de Chiapas a quien se le acusa de malversación de recursos por la compra de reactivos para la detección del VIH.
Subestimamos a la sociedad.- Creo que un grave error en el que hemos caído es subestimar a quienes nos podrían dar el voto. Decimos que la gente “no sabe votar” que “venden su futuro”, hay quienes llegan al extremo y acusan a la gente de ignorantes por votar por otro partido. Estoy convencida que esas manifestaciones reflejan una total ausencia de responsabilidad  y conocimiento. No se trata de criticar a los mexicanos que votaron por el PRI, se trata de reflexionar: ¿Por qué no votaron por el PRD?. Dejo la respuesta a ustedes.
Modus berrinche.- Algo recurrente en el partido, es actuar con una actitud “berrinchuda”, carente de compromiso, de responsabilidad, de credibilidad. Hay quienes actúan con el si no me dan me voy. Y el ejemplo más claro y reciente es el del Diputado Hugo Jarquín, quien renunció al PRD porque no fue designado candidato a la Presidencia Municipal de Oaxaca. Y desgraciadamente, así han actuado muchos, demostrando que no hay un compromiso institucional y muchos menos la intención de formar parte y construir  un proyecto  político nacional.
Gobernar y hacer campaña no es lo mismo.- Gobernar no es una tarea fácil. Es un error pensar que quienes hacen campaña también pueden gobernar. En nuestro partido pasa continuamente eso.  Se trata de una actividad que exige conocimiento y método. Retomo el planteamiento de Carlos Matus sobre la debilidad de las democracias latinoamericanas al señalar que hay una mediocridad de un estilo político que carece de teoría y método de gobierno. El mismo autor señala en Adiós señor Presidente ­- refiriéndose a Salvador Allende- lo siguiente:
“Usted supo que gobernar era una tarea dura, mucho más compleja y de naturaleza distinta a la de ganar elecciones. Usted constató que estábamos impreparados para gobernar. Usted vivió la incomprensión entre técnicos y políticos. Usted fue víctima del ideologismo extremo que dividió a sus partidarios y los incapacitó para adoptar una estrategia y una línea táctica que encauzara coherentemente el gobierno. Usted no pudo ver como se derrumbó el mundo que sirvió de guía a un tercio de sus adherentes” (Matus, 1994: 2).
Con todo esto, a lo que quiero llegar es que la situación actual no es responsabilidad del Presidente Nacional o de una sola corriente como frecuentemente se manifiesta. Afirmar esto es no conocer cómo se vive el partido, cuáles son sus debilidades y por ende, sus retos. Es no saber que el partido se construye, como dicen en mi pueblo, a ras de suelo y  tocando puertas.
Por ello creo que ahora el PRD se encuentra en un punto que permitirá establecer qué tipo de izquierda queremos conformar. La existencia de las corrientes no es algo nuevo, todos los partidos tienen grupos y opiniones distintas. Lo que debemos aprender y tener en cuenta es que existe un planteamiento único en el cual convergen todas y cada una de las corrientes.
No creo que el PRD esté en su peor momento. Considero que lo que está haciendo Jesús Zambrano con la firma del Pacto por México no es ponerse de modo al PRI, es dar a conocer una faceta distinta de la izquierda. Es cierto que se corren riesgos, pero esto no lo puede resolver sólo la Presidencia nacional. Se necesita el apoyo de los legisladores, tanto de Diputados como de Senadores. Defender o criticar las iniciativas pero insisto, con argumentos válidos no con meras corazonadas como se ha vuelto costumbre.   
No creo en la izquierda reaccionaria. Creo en la izquierda que puede llegar a acuerdos en pro del interés nacional pero siendo determinante. El Pacto por México ofrece una infinidad de opciones para la izquierda, para decir sí a la reforma educativa pero sin concebir a la evaluación como el fin último y la política a seguir; es nuestro deber entrar a una discusión más interesante sobre nuevas formas de energía más allá del discurso ya conocido de la no privatización. Decir No al IVA en medicinas y alimentos pero al mismo tiempo con una propuesta para una reforma fiscal justa que apoye a los 54 millones de pobres que hay en el país pero también a los pequeños y medianos empresarios.
Eso lo puede ofrecer el Pacto por México. No es un proceso acabado. Es responsabilidad de la clase dirigente hacerlo, pero también de los legisladores que se asumen como perredistas y de nosotros como militantes. El PRD debe aspirar hacia la construcción de una izquierda más responsable, más determinante, más cercana a la reflexión y al debate constructivo y propositivo.

Quiero señalar que lo aquí expresado no es en sí una defensa del Pacto. Se trata de contemplar las oportunidades del PRD pues nuestras virtudes y deficiencias son más que una sola firma. 
Son muchos los obstáculos a superar y para comenzar a hacerlo es preciso comenzar reconociendo nuestros errores, lo que estamos haciendo mal como partido e invito a hacer una reflexión personal sobre lo que cada uno de los que nos autonombramos perredistas estamos aportando a nuestra institución para que sea mejor y se convierta en una izquierda a la que los ciudadanos mexicanos den el voto porque la consideran una opción de gobierno y de transformación.
Los puntos que aquí manifiesto, repito, son una apreciación del partido en los años que llevo como militante. Están sujetos a réplica y no tiene ningún tinte personal.    

Para la realización de esta pequeña reflexión me apoyé en las siguientes fuentes de información:
La planificación como herramienta política. Análisis del Dr. Luis Porter. Profesor de la Maestría en Desarrollo y Planeación de la Educación .