La escuela rota es un
libro que lleva al lector a hacer un recorrido por la realidad del sistema
educativo en México, que al terminar de leerlo, puede dejar un sabor de boca que
se acerca a la incertidumbre, pero, al mismo tiempo, comparte un sentimiento de
esperanza que abre el camino para cambiar el rumbo, y brindar a niños, niñas y
jóvenes mexicanos la posibilidad de aprender mejor y ser mejores ciudadanos.
El recorrido trazado por
el autor parte de ubicar, a quien lee, la realidad en la cual la educación
mexicana está inmersa. Para lograr esto, el autor construye, valiosamente un
análisis cuantitativo a partir de indicadores de cobertura, matrícula, calidad
medida por el nivel de desempeño en PISA y ENLACE, la inversión de gasto por
estudiante así como la inversión en investigación y desarrollo.
El libro tiene muchas
intenciones. Una es llevar al lector a un punto que va más allá de lo que
aparenta ser el sistema educativo. Todo lo que cubren las estructuras,
discursos, arreglos políticos, fotografías y parafernalia y media. Se trata
entonces de descubrir desde la mirada del lector, la realidad escondida bajo ese manto
superficial y débil en el cual se entretejen las relaciones humanas y de poder
que conforman el sistema educativo.
En el libro se
reconocen los avances de la educación en México. Sin embargo, la crítica del
autor es clara: Las políticas educativas en México han fracasado. A lo largo de
las páginas del libro, Andere se dedica a argumentar porqué estas políticas han
sido fallidas, los elementos que intervienen, las consecuencias que tiene y lo
que se puede hacer. De ahí que La escuela
rota sea ante todo una propuesta para reconstruir la escuela y las
relaciones que ahí se dan.
Lo que se visualiza con
Andere es un camino que va, regresa y se retroalimenta. Si bien su crítica
hacia la política de calidad es clara, para fundamentar su postura Andere parte
de los resultados de desempeño en las pruebas estandarizadas ya conocidas,
donde el papel que ha jugado México ha sido poco exitoso. Los datos que ofrece
el autor son preocupantes. Pareciera ser que la situación de la educación en
México está en los escombros y aún no ha tocado fondo.
Para entender la
realidad educativa actual, el autor hace una revisión analítica del pensamiento
educativo en México del siglo XIX al Siglo XX. Esta revisión es un punto
medular del libro porque ofrece un antecedente claro sobre cómo se ha dirigido
la política educativa en el país en los últimos dos siglos; de ahí se puede
comprender la centralización actual del sistema y los defectos del mismo.
Sin embargo, el
resultado más valioso del análisis del pensamiento educativo, en términos de lo
que ocurre hoy y de lo que experimentan al día los estudiantes, maestros y
autoridades educativas es la ideología que ha marcado lo que va del S. XXI,
basada en un discurso que se ha dedicado
a socializar que a mayor escolaridad,
mejores serán las condiciones de vida. Lo que el autor observa como
consecuencia de este discurso es la imposición de indicadores que conforman lo
que denomina el vocabulario del S. XXI de la educación mundial, a saber:
medición, comparación, evaluación, gerencialismo, rendición de cuentas,
competencia y aprendizaje.
Para Andere, los
sistemas educativos están inmersos en un mundo complejo, globalizante y pos
industrial. México no es la excepción. El sistema educativo se conforma
entonces con una mezcla entre lo local y lo global. En lo global se puede
encontrar una transferencia de valores, ideas y prácticas educativas entre
países donde los sistemas y las escuelas
tienden a bautizar con los mismos nombres a sus políticas y procesos, aunque en
el fondo los mismos difieran en sus significados, contenidos y alcances (p.
55) dado la influencia de lo local. Al respecto, una interpretación de Andere
sería señalar que nuestra generación, y las que vienen, son producto de la era
global.
A pesar que el autor arranca
su análisis a partir de los resultados de desempeño, su concepto de calidad
nada tiene que ver con esto. Andere se acerca a una definición más humana y
valorativa del proceso de aprendizaje. Se podrá hablar de calidad cuando el
estudiante valore ir a la escuela, tenga amor al conocimiento, se sienta
motivado por leer, cuestionar y aprender. Al respecto el autor señala: “… Si el aumento a la cobertura es producto de
una decisión personal o familiar, individual o colectiva, que muestra una
actitud de mejora, entonces los aprendólogos y educadores dirían que el
aprendizaje ha ocurrido y, por lo tanto, la calidad ha aumentado” (P. 66)
Por otro lado, para
Andere, el fracaso de las políticas educativas es resultado de una serie de
factores que se cruzan entre sí. La realidad es que la educación mexicana está
secuestrada por un entramado de relaciones políticas que han dañado a
generaciones de niños y jóvenes en el país. Por encima del aprendizaje, es
mejor fortalecer la gobernabilidad entre el Estado y el SNTE. Por encima de que
los niños aprendan mejor, es preferible dirigir los recursos económicos a
campañas políticas.
En esta misma lógica,
la visión limitada de los políticos y los tomadores de decisiones ha tenido como efecto un camino de
simulación reflejado en el fracaso de la política educativa. En este sentido,
acertado es el comentario del autor cuando expresa, parafraseando a Fernando
Solana: Los presidentes de México “tenían dos preocupaciones centrales
respecto de la educación: que se gastara lo menos posible y que no hubiera
conflicto político”(P. 129)
Un aspecto valioso del
libro es cómo el autor trata, en todo momento, de ejemplificar sus argumentos,
lo que permite ofrecer una mayor claridad sobre el objetivo del mismo. Para
explicar el fracaso de la política educativa en los últimos años, el autor
retoma el análisis de algunas políticas como la creación del Instituto Nacional
de Evaluación de la Educación, la puesta en marcha de Enciclomedia, la prueba
ENLACE, las reformas curriculares y la evaluación universal, entre otras.
A decir verdad, y tal y
como el autor lo reconoce, el análisis de cada uno de los programas puede
resultar aburrido, sin embargo es pertinente y valioso para quien lee darse
cuenta la manera en cómo se han construido estas políticas. Sin ahondar en cada
una de ellos, lo que se puede señalar es que, en muchos casos, la
implementación es resultado de un proceso improvisado e incluso, irresponsable.
Lo peor es que no es la
falta de conocimiento lo que ha llevado al fracaso de las políticas, sino los
pactos políticos que las rodean y la existencia de políticos que simple y
sencillamente, no tienen interés por mejorar la educación del país. En esta
visión reduccionista la evaluación se ha convertido en el fin último,
operacionalizada con ENLACE.
La educación de calidad
y la que no lo es la separan unos puntos. Eso es lo que distingue la diferencia
entre lo bueno y lo malo. Amén de pensar en los valores que
se pueden dar en cada uno de los procesos de aprendizaje, en la creación de
ciudadanía, en la imaginación, la
creatividad, la innovación, la libertad o el amor a lo desconocido.
Siguiendo la lógica de
explicación del fracaso de las políticas educativas, el autor reflexiona sobre
la reciente reforma educativa de Enrique Peña Nieto. Aunque Andere reconoce
algunos puntos favorables de la reforma que no se habían presentado en los
últimos gobiernos, en realidad el análisis de los puntos negativos de la
reforma, la sitúan como un documento que se reduce a cambios en la legislación,
pero que difícilmente se llevarán a la acción.
El asunto con la
reforma de Peña Nieto, desde la visión de Andere, es que la esencia sigue
siendo la misma, se insiste en poner el énfasis en la evaluación y no en el
aprendizaje. La reforma deja la responsabilidad de los saberes a los docentes
cuando está claro que el magisterio es sólo un actor en todo el proceso
educativo.
Andere es muy crítico
al respecto, el hecho de hacer de la calidad un mandato constitucional, no
significa que esta se dé. Se necesita más que un proceso de cabildeo entre
partidos políticos y legisladores para tener una mejor educación. Lo que se
expresa mejor en las siguientes líneas:
“La
verdadera solución se encuentra en arreglar la descomposición social (pobreza)
y económica (desigualdad y monopolización); en combatir la corrupción ( y el
cohecho) y transformar la cultura de antiaprendizaje …”
Además, el autor da en
un punto clave: La educación no es la
panacea de nuestros males (pp. 127), esto es que se necesita mucho más para
ser un mejor país. Cargar el fracaso educativo a los maestros es alejar de toda
responsabilidad a los gobiernos, que son los que han tomado las decisiones,
además de dejar todos los esfuerzos de transformación económica, política y
social al magisterio. Nada más que erróneo.
Tal y como el autor
plantea, la tesis de La escuela rota
es: El problema con las reformas fallidas
es que su enfoque es educativo, es decir, institucional. Cuando los reformadores
lanzan sus arengas o grandes transformaciones educativas sobre temas que poco
impactan el aprendizaje, perpetúan el statu quo y navegan en el margen. (P.
160)
La premisa que apoya
esta tesis es cómo la confusión entre educación y aprendizaje ha hecho que las
políticas educativas fracasen. A mi juicio, esta es la parte más valiosa del
libro. Para el autor, la educación tiene que ver con las estructuras formales,
es decir las instituciones, el aparato burocrático, mientras que el aprendizaje
lo hacen las personas en sus formas naturales y ambientales de interacción.
Esta invitación que
hace el autor a iniciar un proceso de reflexión conlleva a repensar en la
construcción de una nueva escuela. Se trata de mejorar las condiciones en las
cuales niños y jóvenes aprenden. El objetivo sería entonces trabajar en la
construcción de una institución escolar que recree e imagine nuevas y mejores
formas de relaciones humanas. El sentido de competencia que se ha dado en las
últimas décadas ha hecho que se pierda poco a poco el valor humano de la
educación, por ello el aprendizaje no se puede construir en un ambiente de
competencia, de supervisión, de acoso, de evaluación; la educación sí.
De ahí que la propuesta
que conjunta a este libro es la creación de una cultura de aprendizaje la cual
se hace con la participación de todos los actores que se encuentran inmersos en
el proceso educativo: docentes, alumnos, autoridades y la comunidad. La cultura de aprendizaje implica un cambio
de hábitos, actitudes, valores y principios; se requiere inventar México y a los mexicanos (p. 129). En esta
cultura del aprendizaje el alumno debe cuestionar conscientemente: ¿para qué me
sirve lo que aprendo? ¿Con este nuevo aprendizaje, cómo puedo ser mejor?
El autor demuestra, a
partir de un análisis del contenido de la Constitución y la Ley General de
Educación, cómo desde la normatividad, esta visión del aprendizaje está
totalmente relegada. Al respecto, me gustaría mencionar que a lo largo del
texto es fácil darse cuenta del manejo y conocimiento que el autor tiene de las
disposiciones legales que dirigen la política educativa.
Más que una cultura del
aprendizaje, lo que existe hoy es una cultura de sumisión. Tomando en cuenta el
análisis que realiza el autor, las palabras que aparecen con mayor medida en
las normas están relacionadas con nociones de autoridad. Sólo para
ejemplificar, la palabra autoridades se registró 74 veces; la palabra libertad, sólo 2; la
palabra imaginación, ninguna.
La generación de una
cultura de aprendizaje pasa por transformar y romper paradigmas. Uno de los
mayores es tener la voluntad política para hacerlo. Esto pasa por la presencia
de políticas más responsables y conscientes de la problemática educativa del
país, mientras se sigan priorizando las relaciones de poder y el status quo del sistema político sobre el
aprendizaje de niños y jóvenes, por más que haya mil reformas, no se reflejarán
resultados positivos.
Las malas decisiones de
política han hecho que en México, la escuela esté rota. Es una institución que
segrega, separa, rezaga y estanca. Hoy la escuela se mantiene como una
institución que crea muchos Méxicos, una parte que vive en profunda
marginación, la otra que se desenvuelve en la opulencia.
Me permito cerrar esta
reseña con la siguiente argumentación: El
problema educativo en México se superará cuando los hijos de los trabajadores,
policías, empleados domésticos, choferes, y pepenadores, vayan a las mismas
escuelas que los hijos de los empresarios y políticos; es decir, no importa a
qué escuela acudan los niños, todos deberían recibir el mismo nivel de
educación de calidad; integrados y no segregados.
Fuentes
de información:
Andere, E. (2013) La escuela rota. Sistema y política en
contra del aprendizaje en México. Ed. S. XXI. Pp. 168. México, D.F.
Lo presentado me deja como profesora que soy, el deseo de seguir adelante, pero con una gran tarea y responsabilidad: hacer conscientes a los papás y sobretodo a mis alumnos de una motivación que los lleve a querer ser mejores personas, aún a pesar de lo que implica nuestra nueva Reforma Educativa y pese a los que están atrás de ella.
ResponderEliminarOjalá que nuestros políticos lean este libro y reflexionen sobre lo que es realmente una "educación de calidad" y en lo que quieren para que México y los mexicanos. Donde podamos mostrar que se puede llegar a otro nivel en los indicadores señalados.